TALENTO EMBOTELLADO

Por Osvaldo Cano

El enano en la botella, texto de Abilio Estévez que mereciera el premio especial Rine Leal, en el reciente Festival del Monólogo de la ciudad de Miami, fue estrenado en nuestro país con una formidable acogida de público en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional. La pieza, dirigida por Raúl Martín, líder del Teatro de la Luna, sirvió para que Grettel Trujillo se alzara con el premio de actuación femenina, galardón que compartió con la primera actriz Adria Santana.

Escrito en 1994, con la intención expresa de que fuera estrenado por Martín, el texto juega con lo inverosímil acudiendo a la metáfora para narrar una historia lúcida e hilarante. Estévez consigue con cubanísimo desenfado enhebrar una pieza engañosa, llena de paradojas y lecturas sumergidas. En ella se amalgaman con total coherencia el tono jocoso, guarachero, proverbial del Guayabero o Ñico Saquito, con un juego voluptuoso, sibarita, con la música, la literatura o la filosofía.

En este Enano que vive atrapado en una botella como Jonás en el vientre del pez, el Genio en la lámpara o el Homúnculo en la probeta, son claramente perceptibles rasgos singulares de nuestra idiosincrasia junto a ecos imprescindibles de nuestra tradición teatral. Reducido al absurdo, en medio de una soledad infinita y densa, el enano filosofa, elucubra, fabula teorías sin fin ni sentido aparente. De esta manera defiende su botella, o sea, su lugar, que no es otra cosa que un no-lugar; y su tiempo que es, a fin de cuentas, un no-tiempo.

Empecinado y aguerrido como Luz Marina Romaguera; culto, soñador y visionario como Oscar; enajenado como Palma; con el ansia de viajar de Orestes y Marino; amén de parricida, el Enano es un personaje tan perseverante y recurrente que se convierte en toda una obsesión nacional. En medio de tanta hostilidad así como de adversidades sin término, persiste su terco optimismo, su tozudo positivismo que lo hacen vislumbrar en cada limitación una ventaja recordándonos el agudo apotegma que reza: "me están matando, pero estoy gozando".

Martín toma este material hilarante, profundo, ameno, pero ajeno a la ortodoxia o las reglas al uso, logrando proponer un montaje dinámico e incisivo. Consigue sugerir la estática y oscura botella, a la vez guarida y sepulcro del Enano, sin recurrir a artificios naturalistas. Esto lo logra a partir de una precisa y circular delimitación espacial que es enfatizada por el atinado y creativo diseño de luces de Tony Arocha. A la vez que le imprime al montaje su peculiar sello. Lo cual es perceptible en el gráfico e intenso trabajo gestual; el carácter coreográfico de los movimientos; la inclusión de canciones o bailes; y el subrayado en la zona humorística del monólogo.

Sin lugar a dudas buena parte de los méritos corresponden al contundente trabajo de la actriz Grettel Trujillo. La intérprete asume el reto que representa tal personaje convirtiendo las dificultades de su concepción en punto de apoyo para lucir sus dotes. Tanto la masculinidad como el estigma de la pequeñez son manejados con soltura, picardía y habilidad, para devolvernos una singular criatura, a la vez extraña y extrañante. Al mismo tiempo que acomete el juego oral, sustancioso, hondo, con desenfado y criollísima gracia, Trujillo consigue convertir el monólogo en un encantador, contenido y espléndido recital de excelente actuación.

El diseño escenográfico y de vestuario a cargo de Raúl Martín junto a la peluquería y maquillaje de Georgina (Yoya) Sorondo, contribuyen a dotar de armonía y coherencia al espectáculo. La escenografía –en la que son visibles los puntos de contacto con la confeccionada para La boda– insiste en el tono sentencioso, conceptual, que prima en el discurso y la noción del mundo del Enano. El vestuario, el maquillaje y la peluquería consiguen transformar a la joven en un erosionado y poco agraciado personaje, recurriendo a la minuciosidad y el detalle.

La feliz coincidencia de Abilio Estévez, Raúl Martín y Grettel Trujillo en esta botella, teatral y diáfana, es un buen ejemplo de inventiva, humor del bueno y originalidad. La pieza de Estévez que se mueve entre la parodia y el choteo, es trasladada por la mirada certera y creativa de Martín a su ambiente natural, la escena, con una extraña mezcla de rigor y desparpajo. La presencia de una actriz como Grettel Trujillo cierra el triángulo consiguiendo un momento descollante en su envidiable carrera.

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