MANTECA ORGANICA
Por Wendy Guerra
Fuente: Muro de Facebook de Wendy Guerra.
11 de septiembre de 2024
El viernes pasado tuve la oportunidad de revisitar un excelente texto del dramaturgo cubano Alberto Pedro. La puesta en escena, que había visto en La Habana de los años noventa, una calurosa tarde de agosto a las 5 PM en el elevado escenario de la Comunidad Hebrea, renació ante nuestros ojos en el Teatro Tower de La calle Ocho.
Volver a MANTECA desde un nuevo contexto, donde las crisis cobran otro significado, y el dolor convive entre “rencores pasados “ y heridas por nombrar, pudo ser traumático; sin embargo, el corte epistemológico desde el cual Raúl Martín traza su Círculo de tiza y comienza a narrar, es su modo acertado de actualizar todo lo contado por la directora Miriam Lezcano. Como si ambos conversaran, conveniando acentos y estados de absoluta gravedad en la trama, así atravesamos, público y staff, el Cruce sobre el Niágara de nuestras emociones, sin olvidar ni pelearnos con una verdad superlativa que, director y dramaturgo, hacen verosímil: El presente continuo de nuestra tragedia.
Para el arte cubano explicar los chistes, traducir los textos literarios, sacarlos de la endogamia nacional; nuestra eterna conversación con el ombligo, intentando ser comprendidos por el público y no por los censores, ha significado el mayor de los retos en seis décadas de cacerías de brujas, parametraciones y abusos a minorías, donde el Teatro Cubano se ha llevado la peor parte; un quinquenio gris eterno, dilatado en el tiempo.
La experiencia de MANTECA en el Tower es una clase de universalización del código cubano. Venezolanos, argentinos y americanos reían y asentían atentos a pasajes terribles de la trama. Algunos lo habrán entendido como surrealismo kafkiano, nosotros sabemos que se trata de costumbrismo.
La actualización de este texto ha sido pensada desde juegos estéticos posmodernos, entallando texto a texto con conceptos de color e iluminación heredados de las artes visuales, dibujos venidos del performance y la danza contemporánea. Quiero apuntar especialmente el uso de la luz como parte de la resolución dramática, y el impecable trabajo de desplazamiento corporal bordado de ironías, alusiones y apropiaciones al maridaje coautoral en el teatro de Triana, Revuelta, Piñera y Estorino.
Las actuaciones son el plato fuerte de la puesta:
Otra Beatriz Valdés sublime y desprejuiciada, encarna un personaje terriblemente Dulce, que se pregunta y huye de las respuestas que le arroja su realidad. Valdés, haciendo un verdadero despliegue de su talento musical, va atemperando, moderando su voz hasta dejarnos escuchar sus quejidos y murmuraciones más profundas. No hay gravedad en ella, solo sutilezas que duelen y empatizan, asumiendo con rigor el destino trágico de una heroína doméstica. Ella plancha y vuelve a repasar las telas, intentando asentar una y otra vez lo que parece arrugarse: el escudo de su hermano o el vestido que usará para el entierro del “animal”. Sin poses ni ansiedades, la extraordinaria actriz va intentando recobrar los añicos de un eslabón esencial, la familia cubana, una escultura hecha pedazos, imposible de armar, incluso, para el Alma Mater de esta obra.
Gilberto Reyes, Celestino, concentra magistralmente todos sus talentos en la memoria corporal y la contención del texto. Convierte los parlamentos en ese poderoso misterio que nunca nos será revelado. Como quien ha pensado y amado en ruso, nos guía en el valor de lo que no debe ser nombrado. Los parlamentos, tarareados con la severidad de un poema de Mayakovki, cobran otro valor bajo el iceberg de su interpretación. Su impecable estudio de los movimientos retratados por el Realismo socialista, donde los músculos funcionan como una caja fuerte de las emociones.
Su viaje concentra el carácter protector, la posibilidad del suicidio, la muerte pública, y finalmente el desplome de una filosofía tatuada en el alma de toda una generación: la suya.
Pucho, personaje interpretado por Héctor Medina se vuelve un guante de seda en el cuerpo e imaginario del joven actor.
Su delicada extroversión, con tintes decimonónicos, crea una brillante semblanza de poetas inconformes y talentosos, lastimados, segregados, por una sociedad donde jamás tendrán cabida. Al verlo recitar un perfecto apócrifo, vienen a mí los acentos, el tono de la voz, el aliento de poetas cubanos como Casal y Baquero, la gestualidad y plasticidad de personas y personajes verdaderos, dobles y “replicantes” de quienes escriben a escondidas, guardando sus originales en un lugar secreto y oscuro de La Habana, sin certeza alguna de ser escuchados o descubiertos. La fragilidad y consistencia de Medina ha conformado un paratexto, de lo que está sucediendo a los artistas e intelectuales sensibles y consecuentes que aun crean y resisten en Cuba.
Los parlamentos de estos tres caracteres, son flechas que se cruzan en la noche. Seguidillas de ideas en las que persisten los actores, conformando un discurso propio, empecinado y paralelo, al estilo insular.
El teatro cubano actual sucede en Miami. Y si esto ocurre, es gracias a que las fundaciones, instituciones privadas y gubernamentales de la ciudad invitan e invierten en directores, dramaturgos y actores jóvenes y consagrados, para que el público pueda disfrutar, debatir, reflexionar sobre obras creadas a partir de la historia y la memoria cultural que no podemos abandonar.
MANTECA es parte de esa organicidad. La identidad sentimental de una isla, llevada a un grado de madurez y esencialidad poco comunes. Un juego muy serio, donde lo que necesita ser recordado preserva nuestra memoria histórica.
“MANTECA” EN MIAMI
Por: Maité Hernández-Lorenzo
El Nuevo Herald. Miami. Estados Unidos.19 de septiembre de 2024
El 6 de septiembre, el director cubano Raúl Martín, quien se encuentra visitando la ciudad, llevará al escenario del Tower Theater la obra Manteca del dramaturgo Alberto Pedro (1954-2005), con un elenco conformado por la notable actriz Beatriz Valdés (Dulce), acompañada por Héctor Medina (Pucho) y Gilberto Reyes (Celestino). Esta es una producción de Beatriz Valdés Studio, producción general de Hand2handteam Ximena Iribarren y el apoyo de Departament of Cultural Affairs, Miami Dade County.
La obra tuvo su estreno mundial en 1993, en La Habana, bajo la dirección de Miriam Lezcano (1943-2020) y Teatro Mío, grupo que fundó junto a Alberto Pedro en 1987, también su pareja en la vida. Alberto Pedro, quien también incursionó en el cine, fue uno de los dramaturgos más destacados de su generación, con una obra relevante que incluye títulos como Delirio habanero (muy conocida por juntar en la escena a personajes inspirados en los cantantes Celia Cruz y Benny Moré), Weekend en Bahía, El banquete infinito, Esperando a Odiseo, entre otras obras. Manteca ha sido una de las más representadas no solo en Cuba, sino también en escenarios internacionales. En Miami el público ha podido apreciar varios montajes de la mano del director Alberto Sarraín en 1997 y 2002.
En el texto dramático, con agudo sentido del humor y rayando el absurdo, Alberto Pedro nos muestra a tres hermanos atrapados en el círculo vicioso de las complejidades filiales, la crisis existencial, la perversión de la escasez del llamado Período Especial y las maniobras por vivir en un entorno que podría parecer irreal, pero, tristemente no lo es. El Periodo Especial, nombrado así por el gobierno cubano, fue una de las crisis económicas más profundas que ha atravesado Cuba, principalmente durante la primera parte de la década del noventa a raíz del derrumbe del campo socialista. El verano de 1993, justo cuando se estrenó la obra, ha sido calificado como el momento más cruento de esa crisis debido a la escasez de alimentos y los largos apagones.
Los tres hermanos se encuentran ante la disyuntiva de cometer un crimen en la noche del 31 de diciembre, pero ¿de quién? Este es uno de los hilos que mantendrá en suspenso al público y que lo expondrá ante una de las metáforas más reales del teatro cubano. Luego de más de treinta años de su estreno, Manteca sigue hablando desde el presente, ubicada en una ciudad que cada vez más es tragada por la espiral de la crisis y la supervivencia.
Con una experiencia teatral que se remonta a más de tres décadas, graduado de las aulas del Instituto Superior de Arte, de La Habana formado bajo la inspiración de maestros como los directores cubanos Roberto Blanco (Teatro Estudio, Teatro Irrumpe) y Carlos Díaz (Teatro El Público), Martín también ha colaborado con coreógrafos e incursionado en el teatro musical. Es, además, uno de los creadores que más obras de Alberto Pedro ha llevado a escena. Sin embargo, nunca había montado Manteca, a pesar de ser la obra más representada de este autor.
“Siempre admiré Manteca como la obra cumbre de Alberto Pedro, pero preferí trabajar con otras que se habían hecho menos”, nos dice Martín a través de audios de WhatsApp debido a la premura del estreno y la adrenalina de los ensayos.
A pesar de que han transcurrido más de tres décadas desde su estreno, Martín considera que Manteca no ha perdido su vigencia, “más bien su alcance ha crecido”. Y añade: “la hemos montado pensando en la época de los años noventa, momento en que se desarrolla la trama original, y a mí me resulta muy interesante porque uno se traslada a esa época y se da cuenta que lo sustancial no ha cambiado. Las circunstancias son las mismas, y, a veces pienso, que peores.”
Con respecto al trabajo con los actores, Raúl asegura que se han planteado que este montaje debe ser diferente a las puestas anteriores, “porque siempre miré la obra de una manera distinta”.
Sobre este punto, explica “Las ansias de hacerlo diferente es porque yo no creo que las obras de Alberto Pedro sean realistas, tienen un mundo alucinado, delirante, situaciones tan extremas, tan llenas de metáforas. El diálogo es muy lógico en medio de la falta de lógica en la que enmarca sus personajes. Por ahí trazamos el camino desde el principio cuando empezamos a trabajar. No lo quisimos hacer diferente solo por el hecho de hacerlo diferente, es que la obra nos llevó por ese rumbo”.
“Una obra como Manteca – comenta Martín - le puede hablar hoy al joven migrante cubano que no vivió el Periodo Especial pero sí ha atravesado las duras circunstancias de la crisis social, económica y política reciente del país; del mismo modo que le puede hablar al venezolano que ha pasado por similares conflictos.”
De todas formas, Martín nos llama la atención sobre la dimensión humana de los personajes que convierte a la obra en una pieza universal, más allá del contexto donde se ubica.
Otro aspecto que se destaca y que es característica de la dramaturgia de Alberto Pedro, es la oscilación entre la comedia y la tragedia. Por esa razón, Martín defiende la idea de “dejar fluir el humor” porque “el teatro de Alberto está lleno de humor como el del escritor cubano Virgilio Piñera, son grandes humoristas en el sentido más profundo de la palabra”.
“Las expectativas que tengo es llegar a un público extenso, no solo al espectador intelectual que en Miami es amplio y a mucha gente de teatro cubano que ahora vive aquí; sino también llegar a todos los públicos, a los espectadores más diversos. Vamos a estrenar la obra en un teatro muy céntrico – Tower Theater – que tiene una tradición de un público más inclinado a la comedia, y también estamos pensando en ellos”, reflexiona el director, que describe como “estremecedor” el proceso de trabajo con Valdés, Medina y Reyes.
“No estoy repitiendo frases hechas, he contado con su complicidad, su aporte, su profundidad. Ha sido un trabajo colectivo. De hecho, hay soluciones escénicas que fueron sus propuestas. Han sido muy creativos con el trabajo de los personajes. Yo tenía un sueño muy grande y antiguo de trabajar con Beatriz Valdés y lo hemos logrado con un personaje tan entrañable como Dulce.”
Un detalle interesante y que ofrece un giro en este montaje es la incorporación del joven actor Héctor Medina como Pucho, lo que pone en escena a dos generaciones, “la de los dos hermanos mayores, y el más pequeño, hijo de la vejez, que propone otra mirada, quien tiene una vida por delante que los otros ya transitaron. Es la mirada del personaje gay y el joven de hoy”, puntualiza.
Sobre el futuro, Raúl Martín afirma que ya están hablando de nuevos proyectos con Beatriz Valdés y el equipo. “ha sido tan fecunda nuestra colaboración que ya están asomándose otros proyectos”.
Su interés es continuar con la dramaturgia cubana y con el propósito de Valdés de defender la lengua española en los teatros de la Florida, que siempre ha tenido tanta fuerza y presencia durante tantos años. “Pensamos en un teatro para esa comunidad. Y yo estoy feliz de tener esta oportunidad”.
Música original: Jesús Pupo
Voz-canción: Danay Suárez
Diseños de escenografía y luces: Jorge Noa y Pedro Balmaseda (Nobarte)
Identidad y diseño gráfico: Karoll Williams
Realización escenográfica: Mauricio Siso (Masiso Productions)
Asistente de realización escenográfica: Romel Machado
Producción técnica y Stage Manager: Gunilla Álvarez
Fotografía y videos promocionales: Yusnel Suárez
Voces de locución radial: Yaniel Castillo
Soporte técnico: Ruthmary López
Producción general: Ximena Iribaren (HAND2HAND)
Dirección y puesta en escena: Raúl Martín Ríos
Miami, 6 de septiembre de 2024
Año de la resurrección de la Manteca
Mi querido Alberto:
No he podido evitarlo, los integrantes de este equipo han notado tu presencia en el salón de ensayos. Te juré guardar el secreto, intenté que pasaras inadvertido, pero cada uno te ha visto y sentido. No hay nada que hacer al respecto.
Dulce, Pucho y Celestino escucharon tus ruidos, hasta pensaron que habían oído a “mamá”; pero te descubrieron en cada emoción, en cada dolor y, sobre todo, en cada carcajada. Imposible ocultarte, escritor.
Esta Manteca tuya, esa criatura que se te escapó de las manos y que tanto recorrido ha dado en estos 30 años; por suerte o por desgracia, no lo sé, sigue vigente.
Sí, como ves, hemos tratado de entender los misterios de tu obra, hemos respetado tus ideas y, como has visto en cada ensayo, nos hemos entregado a los infinitos desafíos de este texto inigualable.
Es una suerte que te haya complacido esta otra visión. Como sabes, sólo nos hemos apropiado de tus entrañables personajes para confesarnos, para convocar a esa conspiración insustituible que es el teatro. Gracias, mi querido subversivo, por permitírnoslo.
Este elenco y este equipo, han sido una avalancha de hallazgos para mí. Y aquí estamos, para decirlo con tus palabras: llegando a puerto, sin avionetas merodeando, sin grandes contribuciones de otros barcos, sin dinosaurios… pero con utopía, tratando de atraparla, aunque se nos resbale, pero caminando, caminando… en su búsqueda.
Gracias querido amigo, por permitirme caminar con tus obras, con tu Delirio habanero, con el Banquete Infinito. Y navegar en este Mar nuestro, Esperando a Odiseo. Gracias ahora por esta Manteca.
Otra vez hemos querido convocarte, convocarnos a nosotros mismos y convocar al público. Otra vez, todos juntos, conspirando.
Un abrazo eterno
Raúl Martín
Espacio: Sala de teatro convencional con escenario de 7 metros de ancho por 6 de profundidad como mínimo.
Luces: Adaptables a las existentes en la sala.
Sugerencias: Tres elipsoidales (Recorte o liko) 6 pares 56. 6 equipos led para atmósfera como mínimo.
Sonido: Computadora y amplificación
Tiempo de montaje: 4 horas
Tiempo de desmontaje: 1 hora
Duración de la obra: 1 hora 15 minutos
Tipo de público: Adultos